martes, 7 de octubre de 2014

No nos entiendo queridos hermanos


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Lo que comenzó como un sano deporte de equipo degenera a pasos gigantes. Ya es más un amasijo de frustraciones y peleas irracionales que una competición sana.
Dejamos el circo, el pan y el vino pero llegó nuestro querido fútbol para quedarse. Como de casualidad se divinizó un deporte entre muchos. Todo empezó a girar a toda velocidad entorno a él.
La televisión hizo su trabajo y miles de hogares se apretaron contra el sillón mientras vivían la tensión de los partidos. Hicieron bien en apostar por él. Poco a poco el orgullo, las emociones propias de los individuos de aquellos hogares se fusionaron con el nombre de clubes y jugadores. Se deshacían de orgullo con las victorias, temblaran de rabia cuando perdían. Sentían las faltas del equipo contrario en sus engrandecidos egos. Empezaron ya los más fanáticos a sentirse una unidad indivisible del equipo que seguían.Divinizaron a los jugadores, imitaron sus peinados, lucieron sus escudos como si de casas reales fueran soldados.
Lo que era un simple deporte que distraía mentes dispersas se convirtió en una lucha de clanes.
Cada uno atrajo hacia si el orgullo de su equipo y lo canalizó de distintas formas.
Hubo unos, ultras los llaman, que decidieron hacer la violencia algo habitual en los partidos. Las rivalidades no se quedaban en unos gritos y comentarios desagradables .
¿Que necesidad teníamos de rescatar los palos, las antorchas y las pintadas de la Prehistoria? ¿Es que somos ahora ancianos que rescatan del pasado sus viejos juguetes? ¿No se supone que hemos evolucionado y sabemos solucionar nuestros conflictos con algo más que puños y piedras? ¿O es que tal vez estos entornos artificiales en los cuales nos refugiamos de la naturaleza solo son fachadas y en el fondo seguimos guardando un espíritu primitivo?
Es triste que lo único que nos diferencia de nuestros antepasados es la cobardía. Ellos se enfrentaban a un mundo hostil que desconocían, nosotros nos refugiamos en nuestro ilusorio mundo tecnológico.
Pues nuestro querido fútbol, el mismo que ocupa todo lo que los telediarios se atreven a llamar deportes, es una muestra de como nuestra sociedad española (no se lo suficiente para opinar del resto), sigue anclada a sus origines primitivos. Y me atrevo a preguntarme, ¿primitiva?  ¿llegamos alguna vez a evolucionar realmente? Quizás solo degeneramos por la apatía de permanecer en este mundo tantas generaciones...